Estamos ante un espectáculo que vamos a ver a lo largo de los días que faltan para el 14 de noviembre que son las elecciones generales, donde vamos a asistir a un festival de clientelismo como pocas veces se ha visto.
Uno puede mirar hoy por ejemplo lo que pasa en General Rodríguez, donde se repartían productos de línea blanca, garrafas, cocinas, cambiándolos por el voto, recordando que eso es a cambio del voto; en la plaza del Congreso, comida y mercadería gratis; y en lo que sería hoy el corazón, la matriz, el modelo de la democracia argentina que es Tucumán -dado que llegó Juan Manzur a la Jefatura de Gabinete, en esta broma en que viene para darle volumen político al Gobierno, una especie de chiste-, en el hipódromo de esa provincia reparten plata en efectivo al aire libre, para cambiar favores por votos, todo tipo de favores.
No sabemos qué nos van a poner en el bolsillo, si plata o inflación, pero lo más interesante es que el gran favor que se cambia por votos es el final de la política sanitaria. De golpe, dado que el Gobierno perdió las elecciones, nos sacamos el barbijo porque es 21 de septiembre, abrimos las fronteras, y el gobernador de la provincia de Buenos Aires con los intendentes se autoflagelan porque ahora descubren que haber cerrado las escuelas no era malo para los chicos, era malo para ellos porque les restó los votos que los mantienen en el poder.
No sabemos qué piensan los infectólogos de estas decisiones que está tomando en materia sanitaria el Gobierno, no se los consultó. Hay lugares donde se va a poder entrar desde países limítrofes, como Iguazú, otros que no, como Fraybentos -no sabemos por qué-. Lo cierto es que se terminó la cuarentena, se terminó la política sanitaria, hay que ganar las elecciones y Alberto Fernández se transformó de la mañana a la noche en un negacionista como Bolsonaro. Clientelismo obsceno.
Fuente: Carlos Pagni