Blanca (43) no podía dejar de llorar, no salía de su depresión, no podía abandonar la cama. El dolor no cedía pese a que habían pasado varias semanas desde aquel fatídico 20 de mayo de 2019 en el que la Policía Bonaerense persiguió a los tiros el auto de su hijo Aníbal Suárez (22), el Fiat 147 que terminó impactando con un camión estacionado, causando la muerte del misionero y de los menores Gonzalo Domínguez (14), Camila López (13) y Danilo Sansone (13).
Más información en: A dos años de la masacre de Monte el recuerdo de Aníbal vive en su hijo