El equipo venía medio distraído, confundido, teniendo dificultades contra rivales que estaban últimos en el torneo argentino, pero llega la Copa y el River del Muñeco saca a relucir su linaje. Así se explica cómo logra buscar y buscar, seguir buscando aun en la dificultad contra un durísimo rival como Colo-Colo, empujado fervorosamente por una multitud deseosa de tener una gran alegría contra un equipo que se ganó el respeto del fútbol sudamericano. Eso es para aplaudir. River no se rindió ante el fervor del rival, ni siquiera se amilanó por las propias imprecisiones o las dificultades del campo de juego o del arbitraje, no bajó la cabeza jamás y siguió peleando, se mantuvo en partido porque River juega la Copa con grandeza.
Aunque les duela, aunque les moleste, aunque no lo puedan asimilar, River es un equipo con mística copera. Esa es la transformación que es la marca del Muñeco. Hoy a River se lo respeta en todas las canchas y River sale a ganar en todas las canchas. Sale a ganar incluso en contextos difíciles, sin importarle si el empate es un buen resultado, sale a ganar siempre y hasta el final.
Faltaba nada y River seguía buscando, tratando de instalarse en cancha rival, yendo a apretar, con la defensa subida y siempre intentando ganar. Jugando bien o jugando mal, como dice la canción. Eso es personalidad definida, carácter, una convicción que excede el nivel del juego. No fue una noche de fútbol excepcional de River. Termina siendo impresionante el resultado porque el partido estaba para el empate. Cuando cualquier otro equipo se hubiera a ferrado a ese punto importante que también lo dejaba muy bien parado para lo que queda del grupo, siguió yendo para adelante y forzó el error del adversario para que Matías Suárez, que ingresó por Simón, marcara el 1-0 de goleador.
Después, el segundo de Barco fue sencillamente un golazo. Barco tiene estas cosas, evidentemente. Jugó un partido en el que equivocó el 80% de las decisiones. Por momentos parecía a contramano de lo que jugaban sus compañeros, enfatizando la idea que es difícil adaptarse a jugar como juega River aun para jugadores de calidad. Por algo el Muñeco es el más grande y lo mantuvo en cancha hasta el final. El gol, tremendo golazo, es un símbolo de la jerarquía de un equipo ambicioso.
Eso es para aplaudir. Las ganas de ganar en todos lados, imponer condiciones, pisar fuerte, desembarcar en campo contrario y asumir la responsabilidad de ganar el partido. Ganó los tres que jugó en la Copa, dos como visitante. Es un mérito enorme y mucho más porque esto pasa en un momento de un rendimiento amesetado. Mantener las convicciones cuando la mano viene torcida reafirma la idea de la madurez y la seriedad de un equipo.
Después, lo de siempre. Armani volvió a decir presente cuando fue llamado a sosegar alguna zozobra. La defensa no sufrió demasiado, pese a que Paulo tuvo una de esas noches que parecían olvidadas en los que cada tres o cuatro intervenciones se manca en una salida o comete un error. De todos modos, tuvo una participación clave en el primer gol, que habla de su valentía. El descuento del rival, si bien lo encuentra mal parado, es una jugada rápida y una distracción que a esa altura del partido hasta podría entenderse, pero también es una enseñanza: el partido no termina hasta que termina.
De la Cruz también tuvo una de sus noches coperas. Se metió en la pelea, ganó divididas, cuidó la pelota y trató de generar juego. Julián se deslomó y esta vez no tuvo tantas en el área porque fue un partido muy friccionado en el que cada vez que recibía tenía dos o tres rivales colgados con el cuchillo entre los dientes. River volvió a plantarse con grandeza. Eso merece respeto. Eso se ve en todos los rivales que enfrenta. También, en nuestro orgullo.