Independiente ganaba 1-0, pero volvió a pasar vergüenza y Gimnasia se lo dio vuelta 3-1 para acomodarse en la cima del campeonato.
Otra vez la misma historia: Una sonrisa, errores insólitos y otra película de terror. Listo, en una simple oración, se resumió el arranque de todas las crónicas. Independiente tenía que ir a La Plata a bajar a Gimnasia, que se encontraba segundo, y lejos de eso, volvió a demostrar que no tiene ganas de responder.
Desde el inicio, se notó la diferencia de hambre entre los equipos. El Lobo, digno de un candidato, se mostró más decidido, con ganas de llevarse por delante al Rojo. Los dirigidos por Julio Falcioni, por otro lado, quietos, apáticos, aguantando como podían. Si, era imposible esperar que este equipo le salga al segundo del campeonato, y eso que se trata del Tripero.
No obstante, contrario a lo que se esperaba por el inicio, Independiente arrancó arriba. Luego de un pelotazo que recorrió toda la cancha, Facundo Ferreyra recibió por la derecha y envió un centro. Leandro Fernández remató solo y marcó el 1-0 ante la complicidad de Rodrigo Rey, que podría haber hecho algo más.
Con el 1-0, el Rojo se empezó a asomar, y daba la sensación de que era otro partido. Fernández preocupaba por la derecha, y Damián Batallini hacía lo propio por el otro lado. El Chuky, el nexo necesario entre las bandas. Todo parecía bueno, pero entonces llegó el empate. A los 33 minutos, Benjamín Domínguez sacó un derechazo al ángulo que dejó sin reacción a Sebastián Sosa.
El 1-1 destrozó a Independiente, y faltaba el complemento. Si hubo una charla en el vestuario por parte de Julio Falcioni, realmente no se notó. El equipo salió a jugar la segunda parte como si fuera un amistoso. Gimnasia, más decidido, siguió presionando, y tuvo su recompensa: Luego de un tiro libre muy bien ejecutado, Leonardo Morales cabeceó sin marca y puso el 2-1 para el Lobo.
Si algo faltaba, era el error de Sebastián Sosa. Cuatro minutos después del tanto de Morales, Guillermo Enrique robó en la banda derecha. El defensor avanzó ante la pasividad del Diablo, envió un centro y Sosa salió a tapar nadie sabe qué. Ante esta acción, Nicolás Contín cabeceó cómodo y decretó el 3-1 definitivo.
El pitazo final de Pablo Dóvalo no hizo más que darle cierre a algo que, de durar media hora más, iba a terminar peor. Independiente ya ni siquiera juega mal, directamente es un espectador más dentro de la cancha. Mientras el equipo se hunde.