Cuando juega River puede pasar cualquier cosa. De un tiempo a esta parte, los partidos del equipo de Gallardo parecen guiones cerraditos en sí mismos, con risas, llanto, drama, injusticias, desahogo. Ayer la serie sumó otro capítulo que no se olvidará en Junín contra Sarmiento.
Enzo Pérez pasó de aparecer estacado con Bologna en la foto del gol casi ridículo de Alanís a ser el héroe que dio vuelta la historia, así como podrá contar que además de ganarle una Copa Libertadores a Boca y ser arquero durante 90 minutos una vez jugó como líbero y fue el goleador de un River que ganó un compromiso durísimo con un equipo inédito, remendado, con 11 bajas. En ese contexto dio vuelta un 0-1 por primera vez en más de un año y medio.
Sí, nada tiene demasiado sentido: ver a River es, a veces, entrar en la dimensión desconocida. O una de Sandrini. Con una formación sin centrales y con tres números cinco en el fondo, con un Carrascal que de una vez por todas se soltó y le apuntó al arco para hacer un golazo después de una apilada de un Casco que fue acaso el único vestigio del River-de-Gallardo de toda la vida.
Con altibajos. Sin poder hacer diferencia con uno más en los últimos minutos. A los tumbos. Así como fue el gol de Enzo a la salida de un corner. Con injusticias: el 2-1 fue un alivio para River, pero lo será también para Tello, que no vio un penal demasiado evidente de Montoya a Romero. Así y todo el CARP lo pudo ganar, lo parió. Y ahora se prende arriba. Ahora la cosa toma otro color…