El vocablo peluquero encierra numerosos significados: artesano; escultor; modelador de cabelleras que cuenta con la destreza de sus manos en el uso de la tijera, el peine y la navaja; confidente de un sinfín de temas, que lleva con dignidad y respeto una profesión milenaria.
Sobre el remoto origen del festejo por el Día del Peluquero corren muchas versiones. Todas se remontan a Francia y más precisamente al refinamiento de la corte de Versalles en la época de los Luises. Si fue Luis XV o XVI no importa, pero todos coinciden en señalar que entre el brillo y el esplendor de la ilustración, un peluquero fue quien señalaba los destinos de bucles, cortes y hasta de todo el reino.
Cuenta la historia que en 1480 se incorporó a la Corte como peluquero real un tal Pendulio Gandulfo, encargado de cortar y peinar el pelo del monarca. Como retribución de su buen trabajo se le otorgó un título de nobleza. Pero cuando el rey murió, su sucesor ordenó destituirlo porque se le había dado un título que no le correspondía. Como no pudo lograr su objetivo lo mandó a matar el 25 de agosto de 1495, y en honor a éste se festejaría el Día del Peluquero.
Ya en la Argentina, el convenio colectivo de trabajo conocido con el número 84/1989 y que regula la actividad de los trabajadores de peluquerías de caballeros, niños y unisex, establece “como feriado de descanso obligatorio y remunerado el día 25 de agosto de cada año, por ser el día del trabajador del gremio, el que será abonado como día feriado adicional e independiente a los que estipula el calendario”.
Por ley o por tradición, hoy festejan todos los encargados de nuestro cabello