“No la pudrió”. Esa frase pronunció, con cierto alivio, un colaborador del Presidente después de escuchar el discurso de Cristina Kirchner. Es un consuelo menor, si se tiene en cuenta que efectivamente la Vice no forzó una ruptura, pero sí le pegó muy fuerte a la autoridad de Alberto Fernándezy blanqueó su disidencia con el rumbo económico.
La Casa Rosada estaba a la expectativa de la reaparición de Cristina en Chaco para medir hasta qué punto llegaría la jefa en medio de una de las crisis de mayor tensión política desde que se inició la administración. ¿Qué efecto producirá su exposición? “Nada”, responden desde el entorno presidencial.
Se verá si se mantiene esa primera reacción. La mirada generalizada entre los funcionarios más cercanos a Alberto es que el kirchnerismo, con Cristina a la cabeza, se está enredando en la propia impotencia de no poder imponer cambios. Se quedan en el ámbito de lo discursivo, que genera aplausos, pero no tiene anclaje sobre la realidad.
El Presidente está empecinado en ratificar el programa económico, que básicamente está atado al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Se juega un pleno a eso, pese al tiroteo constante de La Cámpora. El kirchnerismo duro decidió pasar a la acción: esta semana presentaron dos proyectos, uno para anticipar el aumento del 45% del salario mínimo vital y móvil; y otro para prorrogar la moratoria previsional.
Esa movida parlamentaria entra en cortocircuito con los lineamientos de Martín Guzmán, y expone al Gobierno a tomar una posición: ¿Presionará en la discusión en el Congreso y abrirá otro frente de batalla? Cerca del Presidente subestiman el poder de daño que genera la interna, como si no tuvieran impacto sobre las variables.
“A su estilo, ella buscó bajar la tensión y mandar mensajes”, interpreta un dirigente que la conoce. Para argumentar el punto, apela a la recorrida etimológica que hizo sobre las palabras para definir qué es lo que pasa entre ella y Alberto. Desestimó “pelea”, “discusión”, para quedarse con “debate”, un término light cuando desde un lado y otro se han lanzado todo tipo de acusaciones.
Cristina volvió a mostrar su disgusto con Guzmán y Matías Kulfas. El desarrollo central de su crítica se basa en que la disparada de la inflación no es un problema de emisión monetaria, sino de escasez de dólares. Hace meses insiste en conversaciones privadas con la necesidad de alinear salarios y jubilaciones con precios, de arbitrar en lo que llama la “puja distributiva”. Ahí es donde ve blando al Presidente, le achaca inacción. Así se entiende que esta semana la Vice haya festejado el acuerdo paritario de los bancarios.
Por el contrario, el Gobierno se apega a lo acordado con el Fondo, que va a contramano de la cosmovisión K. Son ideas incompatibles, por eso la relación es insalvable. Hay cierta candidez entre funcionarios que responden a Fernández en que el plan puede salir bien, no tienen otra apuesta.