Ahora sí. Ahora sí River dio la cara de visitante en la Copa Libertadores. Ahora sí: eso habrán dicho los millones de hinchas de River que miraron a su equipo por televisión y el puñado que llegó al Polideportivo de Pueblo Nuevo en San Cristóbal cuando a los 67 minutos del partido contra Deportivo Táchira al fin Martín Demichelis llamó a Claudio Echeverri para que entrara a la cancha.
El ingreso del chaqueño fue como pocas veces el cambio que abrió y destrabó para River un trámite que siempre pareció sencillo pero que por su propio esquema languidecía: el CARP no tenía juego por adentro, no tenía cambio de ritmo, no tenía desequilibrio, era espeso, previsible. Básicamente todo lo que no es Echeverri, un Echeverri que debió ser titular y es desde hace un tiempo el jugador más desequilibrante de todo el plantel. Su ingreso en Venezuela por un Nacho Fernández que se mostró llamativamente impreciso fue el que reactivó el ataque de un River que siempre tuvo la posesión de la pelota (64%) pero que después de los primeros 15 minutos no supo qué hacer con ella: con referencias de marca muy claras en los extremos, con Solari y Colidio que volvieron a mostrar por enésima vez que jugando tan lejos el uno del otro bajan mucho su influencia, y sobre todo con un mediocampo despoblado como para entrar por sorpresa, River no tenía punch ante un rival que desde un comienzo desnudó todas sus limitaciones y que seguramente será goleado en el Monumental en la última fecha de este grupo H.
Fue Echeverri el que rompió ese molde con un cambio que fue un acierto de Demichelis pero que en todo caso se leyó al revés por contexto: la decisión del técnico pareció tardía, así como también puede interpretarse perfectamente como asumir un error de movida. El chaqueño, el mejor del equipo y la única luz entre las sombras de la derrota contra Huracán merece desde hace tiempo ser titular. Si no puede completar más de 60 minutos por una cuestión física, pues bien, que juegue 60 minutos y ni uno menos: River, quedó a la vista, lo necesita.
Como una daga por el centro, en apenas cinco minutos CE19 revolucionó el juego de River: una apilada derivó en un mano a mano que erró Borja (esta vez el colombiano no estuvo fino en la definición) primero y otra acción clave del Diablito desordenó a Táchira y dio lugar a la segunda jugada que terminó en el centro del Colibrí y en el insólito gol con la cara de Sebastián Boselli tras un rechazo. A partir de ahí, el equipo se soltó, Solari y Colidio empezaron a tirar más diagonales y el CARP se hizo más grande más allá del golazo infernal y fuera de contexto de un Nicolás Fonseca que no se olvidará nunca más de la noche de San Cristóbal.