Tychy es una ciudad en la región de Silesia, en Polonia. El 25 de mayo de 2019, mientras River festejaba su 118 aniversario y se preparaba para la revancha de la Recopa Sudamericana que le terminaría ganando al Paranaense, en aquella costura polaca Argentina arrancaba el Mundial Sub 20 contra Sudáfrica y goleaba 5 a 2. Probablemente en los últimos días algún integrante del cuerpo técnico de Marcelo Gallardo haya rastreado en el archivo ese video: fue el partido en el que brilló la que a partir de ahora promete ser la nueva sociedad de su equipo para este 2022. Julián Álvarez y Esequiel Barco empezaban a divertirse juntos, hacían tres de los cinco goles del equipo, y no imaginaban que poco menos de tres años después estarían llamados a ser la potencial dupla de ataque de River.
Claro, no fue ése el único juego en el que coincidieron Barco y Álvarez de celeste y blanco, pero sí el más elocuente: en ese debut mundialista, el cordobés jugó de nueve con el pibe que por entonces ya la rompía en Independiente por detrás, con una línea de tres creativos (en los demás juegos de esa Copa en la que la Selección quedó eliminada en octavos por penales contra Mali, el delantero de referencia fue Gaich). Sí, justo el esquema con el que el Muñeco diagrama este año de un River que incluso con una venta se aseguró a su principal figura y que, en silencio y fugazmente, cerró de palabra la llegada del mediapunta de 22 años para empezar a coronar el mercado de pases más movido de los últimos tiempos.
La transferencia diferida del Araña al Manchester City que sacudió las oficinas del Monumental en las últimas horas terminó de cerrarles a todas las partes justamente porque Álvarez se quedará al menos hasta junio (con la posibilidad de estirar su paso por el CARP hasta octubre si el equipo siguiera en competencia en la CL): el City Football Group aceptó cederlo, pagarle buena parte de su contrato mientras permanezca en River, y desembolsar una suma que, aseguran en Núñez, ronda los u$s 27.500.000 brutos, de los cuales al club le quedarán 21 en la mano.
En cuanto a Barco, este sábado se terminaban de peinar los últimos flecos de un préstamo con cargo por un año con una opción de compra que aún no trascendió (no sería una suma baja: en enero de 2018 invirtieron u$s 15.000.000 netos en su ficha) para que el pibe de Villa Gobernador Gálvez llegue proveniente del Atlanta United de la MLS, donde no iba a tener lugar por el tope presupuestario que decretó la liga yanqui y, sobre todo, por la llegada de un Thiago Almada que será uno de los tres jugadores franquicia del equipo (como sucede en la NBA, las figuras no tienen límite salarial) en el que juega un ex River como Santiago Sosa, también compañero de Barco y Álvarez en las Juveniles de Argentina.
River se movió rápido y tentó a Esequiel (sí, se escribe con S), que priorizó el llamado del propio Gallardo ante opciones más suculentas en el plano económico como las que tenía sobre la mesa de parte del Internacional de Porto Alegre y del mismo Flamengo al que amargó en el Maracaná en la final de la Copa Sudamericana 2017.
Las piezas y los tiempos se le acomodaron a River para poder contar con dos de las últimas grandes apariciones del fútbol argento. Y, aunque sea por este año, tendrá un ataque top para jugar una Copa Libertadores en la que parece más armado como para pelearles a los cada vez más gigantes brasileños: esta versión mega goleadora de Julián ya de por sí ilusionaba con un equipo por detrás que terminó brillando en el último semestre, pero si al combo se le agrega Barco, además del salto de calidad que ya de por sí supone el regreso de Juan Fernando Quintero y las expectativas puestas en Tomás Pochettino y en la recuperación a futuro de figuras como De la Cruz y Suárez, River puede hacerse la cabeza con motivos de sobra.
Tímidos fuera de la cancha, explosivos adentro, Álvarez y Barco tienen el handicap de haber jugado juntos en varios tramos de sus etapas formativas aunque el ex Rojo sea una categoría más grande. Y la proyección de juntarse con un entrenador que mejora a los jugadores y un equipo que naturalmente los conecta en sus mejores versiones puede ser decisiva para pensar en el River modelo 2022, que tendrá juventud y talento en una delantera lista para divertirse a dúo.
Como en aquel inicio del Mundial polaco. El pase pinchado de Julián y la volea con al ángulo de Barco se repitieron decenas de veces en las últimas horas en las redes. Ahora, a hacerlo en River. A manejar el timón.