Las cámaras de los reporteros gráficos de todo el país volverán a estar en lo alto y el grito “¡Cabezas! ¡Presente!” —que se repetirá tres veces— volverá a enlutar a la prensa argentina al recordar el brutal asesinato del reportero gráfico.
A los 35 años, José Luis Cabezas, fotógrafo de la revista Noticias, fue secuestrado, torturado y asesinado. Era la madrugada del 25 de enero de 1997 y había pasado poco menos de un año del día en que logró la foto que sacó del anonimato al empresario telepostal Alfredo Yabrán.
Era una de las caras más buscadas por los reporteros luego de que el por entonces ministro de Economía del gobierno de Carlos Menem, Domingo Felipe Cavallo, lo nombrara el 23 de agosto de 1995 durante una sesión especial ante los diputados en el Congreso de la Nación como expresión de “una mafia enquistada en el poder”: “¿Quién es el señor Yabrán? ¡Nadie lo conoce! ¡Pero él sí va a conocer todas las pruebas que tenemos!”, acusó. Había un nombre y un apellido, pero faltaba su imagen.
Desafío de verano de 1996: conseguir una foto de Yabrán
En 1995 no existía buscadores online como Google, los celulares no cabían en los bolsillos y la idea de que incluyeran una cámara de fotos no había llegado a las compañías que los fabricaban. Por esos días, una investigación periodística dependía únicamente de las cámaras de los fotógrafos.
José Luis Cabezas y el periodista, Gabriel Michi, arrancaron la temporada de verano de 1996 con la consiga clara: buscar a Yabrán. La dupla ya era conocida por sus coberturas en Pinamar, la ciudad balnearia que reunía artistas, políticos y donde el empresario tenía una casa y negocios.
El 14 de febrero, una fuente les confió: “Mañana llega el tío”, en referencia al arribo del empresario que estaba por llegar a veranear, recién operado de la vesícula, y acompañado por un séquito de custodios. La dupla inició la guardia periodística en busca de cumplir con el objetivo encomendado.
La misma fuente también aseguró que el rutinario hombre solía bajar de su casa —a escasos metros de uno de los ingresos al balneario Marbella— “alrededor de las 16 horas”. Así lo hizo una tarde y, reposera en mano, apareció caminando en shorts cuadriculado con el torso desnudo al lado de su esposa.
Era viernes 15 de febrero, Cabezas estaba apostado detrás de unos matorrales y Michi, que había ido a mirar por otro lado, iba acompañado por su pareja de entonces. Ambos simularon ser turistas que se paseaban a orillas del mar para ver a aquel hombre de cerca y corroborar si era él. Las únicas fotos que tenían para chequear su imagen lo mostraban entre cientos de personas durante un show nocturno de fuegos artificiales.
Lograron cruzarlo mientras estaba sentado en la reposera. Era él. Conmocionado por el hallazgo, el periodista llamó a su amigo por radio, le indicó dónde estaba ubicado para que certificara o no con su “ojo fotográfico”. “¡Sí, es ese tipo!”, afirmó Cabezas mirando por el zoom de su lente.
Improvisando una típica escena veraniega, Cabezas escondió su cámara en una mochila y junto a su compañero y la novia buscaron acerarse al empresario. Yabrán y su esposa en ese instante caminaron para el lado contrario. Mientras esperaban su regreso, José Luis sacó la cámara y simulando fotografiar a la pareja comenzó a disparar y logró la foto del empresario.
Inmediatamente el fotógrafo llamó a la redacción para dar la buena nueva: “Cabezas llama desde la playa y dice:‘¡Lo hicimos, loco, lo hicimos!’. Le digo ‘¿Qué cagada te mandaste ahora, Cabezas? ¿Qué es lo que hiciste?’, y contesta: ‘¡Lo hicimos a Yabrán!’”, le recordó a Infobae Hugo Ropero, su último jefe de Fotografía de Noticias y amigo.
Cabezas era perfeccionista al extremo, una vez que envió a la editorial Perfil los rollos con las imágenes, planeó una nueva toma para el día siguiente. Ya tenía las medidas correctas en su lente y había estudiado los pasos que daría el empresario. Para un mejor cuadro, él y su lente debían estar en otro ángulo.
El sábado 16 de febrero, antes de las cuatro de la tarde, Cabezas y Cristina Robledo, su mujer, Michi con su pareja y las amigas de ellas llegaron a la playa y —como cualquier otro grupo de turistas— alquilaron una carpa cerca del balneario que frecuentaba Yabrán con sus custodios, que también simulaban ser simples turistas, pero que guardaban sus armas en los toallones.
Tal como lo esperaban, Yabrán y su esposa salieron a caminar e hicieron el mismo trayecto que el día anterior. La nueva toma se hizo con la misma ardid: las amigas simularon ser turistas, mientras la lente de cabezas ponía foco sobre el empresario y su esposa que conversaban distendidos. El obturador de la cámara parpadeó varias veces. El fotógrafo estaba seguro de que había mejorado el ángulo de enfoque y sabía que había logrado una gran foto periodística.
La película con las fotos que mostraban de cuerpo entero y de frente a Alfredo Yabrán fueron enviadas como encomienda en doble sobre y avisando que el remitente era Freddy Okaman (juego de palabras que inventó Cabezas para simbolizar al titular del correo privado Oca).
Alfredo Yabrán fue tapa de la edición del 3 de marzo de 1996 de la revista Noticias. Entre la tanda de fotos que se publicaron hubo dos claves: la foto del interior de la nota y la de la portada. En la segunda, Yabrán parece mirar de frente a la cámara. ¿Se habrá dado cuenta en ese momento de que lo estaban fotografiando pero no supo quién hasta verse en esa publicación?
Luego de esa tarde, Cabezas vivió momentos que no supo leer para anticiparse a lo que vendría: una serie de llamados y atentados que consideró menores, según contó a sus personas de confianza.
La siguiente temporada de verano, Cabezas la inició el 15 de diciembre de 1996 y su compañero llegó cinco días después. En esa semana, José Luis le contó a su amigo, con cierto tono de duda: “Che, ¡sabés que una fuente nuestra me dijo que gente de Yabrán había estado tratando de averiguar mi dirección en Buenos Aires!”. Y reprodujo los detalles de otras conversación extraña y escalofriante: “¿Sabés lo que me dijo Gómez, el comisario de Pinamar? ‘¡Qué linda que es tu gorda!’, refiriéndose a mi hija Candela”, contó Cabezas a lo que Michi respondió que en verdad la beba era preciosa. “Sí, pero el tipo este no la conoce”, volvió a responder el fotógrafo.
Diez días antes de su crimen, Cabezas encontró que una rueda del auto en que se movilizaban estaba pinchada. Cuando la llevó a emparchar le dijeron que había sido cortada intencionalmente.
“Hicimos guardias y seguimientos sin saber que todos nuestros movimientos estaban siendo vigilados”, recordó Michi. “Cada vez que nos acercábamos a Yabrán explotaban los teléfonos de la custodia por las comunicaciones con la policía de Pinamar y el policía Gustavo Prellezo, el asesino de José Luis. Habían dado la orden de quitarnos del camino y nosotros no lo sabíamos”, aseguró el periodista. Más tarde se supo que el crimen de Cabezas comenzó a planearse un año antes.
Las últimas horas de Cabezas
Todos los años, la fiesta de cumpleaños del empresario telepostal Oscar Andreani reunía a personalidades y periodistas que trabajaban durante la temporada de verano en Pinamar. Era el evento más esperado para reencontrarse y compartir con los compañeros de coberturas.
Allí, Cabezas y Michi rieron, se divirtieron, bailaron y posaron al lado de Andreani. Cuando el cansancio lo venció, el fotógrafo avisó a su amigo que volvería a su casa para descansar y se retiró de la fiesta, cámara en mano.
Vestía un suéter claro, remera blanca y jeans. Llegó a destino en el auto Ford Fiesta blanco que había rentado la revista. Al bajar, fue interceptado, golpeado y esposado con las manos en su espalda. Los sicarios lo metieron en el auto y lo secuestraron.
Cabezas fue llevado hasta la cava de General Madariaga. Allí, en medio de un foso (cavado 15 días antes) quedó el auto del cual fue bajado a golpes, lo obligaron a arrodillarse delante del asesino con la cabeza gacha mientras estaba esposado, y pensando por última vez, quizás, en sus hijos: la beba Candela (de cinco meses), en Juan y Agustina, que había decorado su cámara de fotos con stickers de Garfield y Mickey Mouse.
Gustavo Prellezo le dio dos disparos en la cabeza, a sangre fría y a corta distancia. Cabezas cayó desplomado. Luego, los asesinos a sueldo que se hacían llamar “la banda de Los Hornos” (liderados por Horacio Braga) metieron su cuerpo en el auto —que días antes compartió con su amigo entre mates y carcajadas, esas que aún recuerdan quienes lo conocieron—, lo rociaron con nafta y lo prendieron fuego.
Las agujas del reloj que quedó en su muñeca se detuvieron a las 5:25. A las 7:30, los restos de José Luis fueron encontrados calcinado por un capataz de una estancia vecina que se acercó al lugar alertado por un espeso humo.
25 de enero de 1997
Era la mañana del domingo 25 de enero de 1997 y Gabriel Michi comenzaba a preocuparse porque su compañero y amigo no había llegado para continuar con las coberturas del día. Llamó a la casa de Cabezas, lo atendió la suegra de José Luis y le dio que no estaba desde la noche anterior, cuando él mismo pasó a buscarlo para ir juntos a la fiesta de Andreani.
“Ahí empecé a preocuparme”, recordó el periodista en una de las tantas entrevistas brindadas en éstos años y relató: “Atrás de la comisaría estaba (el comisario) Gómez. Fui a la casa y le pregunté: ‘¿No sabés nada de José Luis?, desde la fiesta de Andreani no lo veo’”.
Gómez, el mismo que liberó la zona para Los Horneros, le preguntó en qué auto se movían y le dijo que había aparecido uno similar quemado a kilómetros de la ruta y que en el interior había un cuerpo que podría ser de un hombre. “Vi ese cuadro espeluznante… Había un cuerpo que no se podía identificar”, lamentó el periodista.
Fue el manojo de llaves de la oficina que compartían en Pinamar la que corroboró la identidad. Al verlas, supo que ese era el auto en el que ambos se desplazaban y que aquella persona que no podía reconocer era su amigo.
“El crimen de José Luis Cabezas fue el peor ataque a la libertad de expresión desde que volvió la democracia. No hubo en democracia un asesinato contra un periodista por su trabajo. La reacción social y periodística que hubo sirvió para que no hubiese otros casos Cabezas”, reconoció Michi 20 años después.
Al cumplirse el primer mes del horrendo crimen se realizó un minuto de silencio en todo el país. Las calles de la ciudad quedaron completamente paralizadas, como en pausa. Más tarde, las principales arterias de Buenos Aires fueron el suelo para el paso firme de la interminable columna que ocupó todo el ancho de avenida Corrientes.
Las iglesias hicieron sonar sus campanas, los barcos y bomberos sus sirenas, los autos sus bocinas… En Luján, un grupo de camioneros levantó en alto sus gorras, afuera de los tribunales de Dolores otro centenar de personas elevaban en absoluto silencio carteles que rezaban: “¡No se olviden de Cabezas!”.
La costa de la playa en la que José Luis que fotografió a Yabrán recibió coronas de flores. El primer acto en Pinamar fue tan multitudinario como triste.
Al cumplirse el segundo mes del crimen, una caravana de coches partió a la cava de General Madariaga y se realizaron actos en varios puntos del país que incluyeron suelta de globos negros con carteles atados con su rostro y antorchas en las plazas, algunas de las cuales hoy llevan su nombre.
25 años sin Cabezas: ninguno de los condenados por su crimen está preso
El 2 de febrero de 2000, en juicio oral y público, los cuatro integrantes de la banda “Los Horneros” fueron condenados a prisión perpetua: Horacio Braga, José Auge, Sergio González y Héctor Retana, al igual que Gregorio Ríos (jefe de Seguridad de Alfredo Yabrán) y los policías Sergio Camaratta, Aníbal Luna y Gustavo Prellezo.
Prellezo, autor material del crimen de Cabezas, fue condenado a cadena perpetua, pero el 23 de septiembre 2010 un fallo le otorgó el beneficio de la prisión domiciliaria y dos meses después juró en Quilmes como abogado, carrera que estudió durante su estadía en prisión. El 9 de enero de 2019, se matriculó como abogado en la Ciudad de Buenos Aires, pero ante una denuncia impuesta por la familia Cabezas, el Tribunal de Disciplina del Colegio Público de Abogados la Capital Federal resolvió excluirlo en noviembre de 2020.
Retana fue condenado y murió en 2001. Camaratta, policía de Pinamar, fue condenado a prisión perpetua, y murió el 3 de abril de 2015 tras una larga enfermedad. Aníbal Luna, policía de Pinamar, fue condenado a prisión perpetua, pero recuperó la libertad en noviembre de 2017.
Gregorio Ríos fue condenado como instigador del crimen y se le rechazó la excarcelación en diciembre de 2006. Su condena a perpetua cambió a 27 años en su último período en prisión domiciliaria. José Luis Auge fue liberado en 2004.
Sergio González fue condenado a prisión perpetua, pero quedó en libertad en febrero de 2006 por reducción de pena a 20 años. Horacio Anselmo Braga fue condenado a 18 años de prisión, sin embargo, quedó en libertad el 25 de enero de 2007 beneficiado con el 2 por 1. Además, los informes psiquiátricos dijeron que mostró buena conducta y pagó una fianza de $20.000. Alberto Gómez, comisario de Pinamar, fue condenado por haber liberado la zona para que el crimen ocurriera.
Se revocó la libertad condicional de Auge, González y Braga por haber violado sus términos al no encontrarse en los domicilios informados.
Alfredo Yabrán se suicidó el 20 de mayo de 1998 en su estancia San Ignacio (Entre Ríos), a la que llegó escapando de un pedido de captura tras ser acusado como el autor intelectual del crimen de José Luis Cabezas.
Fuente: Infobae